Educación, desigualdad y movilidad social
Durante los últimos
días, el debate nacional ha girado en torno a la calidad del censo y la
necesidad de transparentar los posibles errores que pudieron haber ocurrido en
su realización. Sin embargo, la discusión sobre los resultados del censo parece
haberse quedado solamente en la distribución de los recursos y los escaños
parlamentarios, pero poco se ha hablado de las consecuencias que pueden
acarrear estadísticas sesgadas o mal construidas sobre tópicos más importantes
para un país pobre aún.
Para entender esta
observación, es necesario retrotraerse a las décadas de los 80’s y 90’s, en las
que Bolivia sufrió una serie de reformas con el objetivo de estabilizar la
economía y sentar las bases para aumentar las paupérrimas tasas históricas de
crecimiento. Estas reformas estaban principalmente enfocadas a lograr
estabilidad macroeconómica y construir un conjunto de normas e instituciones
capaces de asegurar las condiciones necesarias para que la inversión privada
tome el papel de principal generadora de crecimiento y por tanto de fuentes de
empleo en Bolivia.
No cabe duda que
este conjunto de reformas además de poseer una gran coherencia teórica,
reflejada en la estabilización macroeconómica, logró además una gran
integración entre Bolivia y el resto del mundo, atrayendo inversiones en
sectores claves de la económica como hidrocarburos y telecomunicaciones, sin
embargo estos sectores son poco intensivos en el uso de mano de obra y por lo
tanto el otro objetivo, que era la creación de fuentes de empleo sostenibles a
través de mayores tasas de crecimiento no se alcanzó.
En cambio, los
indicadores de inequidad e informalidad tendieron a incrementarse, relegando
a una gran parte de la población a actividades con malas condiciones laborales,
altos niveles de sobre explotación, bajos salarios y sobre todo escasas
oportunidades de movilidad laboral y por tanto social. A partir de esto surgen
en la última década en Bolivia una serie de voces críticas a las reformas
aplicadas anteriormente y consecuentemente al modelo económico aplicado.
Las principales
críticas se asientan en el grado de exclusión social y desigualdad que
parecería ser consecuencia del déficit de políticas públicas orientadas al área
social y que en gran medida resultaban así no por problemas en su diseño, sino
más bien por las serias restricciones presupuestarias con las que tenían que
lidiar los gobiernos de la época. Esta situación terminó por impulsar la
“informalidad” de la economía, basada, al menos desde una perspectiva
superficial, en un conjunto de actividades poco productivas y de cuestionables
condiciones laborales.
Esta situación no
hizo más que profundizar una segmentación laboral, que ya antes respondía a
factores estructurales relacionados a las asimetrías de la distribución en
capital humano, la que a su vez está relacionada a factores sociales y que,
peor aún, termina por reproducir esta segmentación inter-generacionalmente (lo que
quiere decir que los hijos de familias pobres van a constituir, con altas
probabilidades, familias pobres).
Un mercado laboral
segmentado no es otra cosa que un mercado en el que se reproducen las
diferencias de índole diferente a la económica, asignando determinados trabajos
a determinados grupos o clases sociales y por tanto perpetuando la pertenencia
de los individuos a estos grupos o clases. Una consecuencia directa de esto es
la escasa movilidad social que se produce y que se ha reflejado en las
estadísticas nacionales.
Cabe recalcar que
desde la perspectiva liberal la segmentación implica falta de competencia, y
por tanto ineficiencia y desincentivo a la innovación, por lo que aducir que
este comportamiento del mercado es alentado por las políticas liberales
contiene un grueso error conceptual. No obstante, esto no implica dejar de
aceptar que la profundización de la segmentación en el mercado laboral en la
época de aplicación de las reformas arriba mencionadas responde en alguna
medida a la vaga lectura de las condiciones institucionales en las que Bolivia
se desenvolvía, y desenvuelve (escasos niveles educativos y por tanto bajos
niveles de productividad), en el accionar social y económico, y por
consiguiente político, lo que de nuevo, puede explicarse por la baja calidad de
la información disponible en esos momentos.
A partir de ahí una
de las principales causas de la segmentación laboral en Bolivia inevitablemente
está relacionada a la distribución asimétrica de capital humano (educación sobre
todo) que a su vez encuentra una explicación a partir de la relación entre la educación
de los padres y la de los hijos, ofreciendo una percepción inter-generacional en
la que poco o nada tienen que ver las políticas económicas de corto plazo.
Una forma de
mostrar esto es observando la evolución educacional de los hogares actuales con
respecto a su generación anterior, a partir de los datos de la Encuesta de
Hogares que llevó a cabo el INE en el 2008[1]. En el
siguiente gráfico lo que se muestra la relación en el nivel educacional entre
los jefes de hogar actuales y sus padres.
Promedio inter-generacional
de los años de escolaridad de los Jefes de Hogar (varones) y sus padres
ELABORACIÓN:
propia con datos de la encuesta de hogares de 2008 del INE
Como se puede
apreciar, si bien existe un avance importante en el promedio de escolaridad
entre la generación anterior a los jefes de hogares actuales y sus padres, las
diferencias por decil de ingreso, entre los individuos se mantienen invariantes
y en varios casos (particularmente si comparamos los primeros y los últimos dos
deciles) tienden a crecer. Ahora bien,
esta situación es aún peor cuando consideramos los resultados de las jefas de
hogares actuales:
Promedio inter-generacional
de los años de escolaridad de los Jefes de Hogar (mujeres) y sus padres
ELABORACIÓN:
propia con datos de la encuesta de hogares de 2008 del INE
Una consecuencia
directa de esta tendencia en la distribución de capital humano se observa en
las decisiones matrimoniales que hacen los individuos. Existen estudios que
muestran una relación significativa entre las decisiones
matrimoniales y variables como el nivel educacional de los cónyuges, el origen étnico
y el nivel de ingreso, por lo que evidentemente la tendencia inter-generacional,
en la formación de hogares con un determinado nivel socio-económico, y lo que es
peor aún, con un determinado nivel educativo, es fuerte.
Ahora bien, hasta
aquí todo lo presentado responde en gran medida a la intuición, al final del día
el techo educacional de cada individuo responde en gran medida a las
condiciones iniciales del hogar, y por lo tanto se espera que los hijos sigan
de alguna forma el camino de los padres (al menos en cuanto a niveles
educacionales hablamos), sin embargo esta relación parece no ser tan lineal si
observamos por ejemplo la brecha educacional inter-generacional.
Como se verá en el
siguiente gráfico, la evolución de la brecha en educación entre padres e hijos
tiende a disminuir. En parte el comportamiento de esta variable se puede
explicar por los techos naturales en los grados educacionales que se pueden
obtener, sin embargo existe un segmento de la población que tiene un nivel
educacional inferior al de sus padres, y aun así pertenecen a los deciles de
ingreso más altos, lo que es consistente con el hecho planteado al principio de
este post, relacionado a la disminución de los incentivos, por falta de una
competencia real, en un mercado laboral segmentado.
Diferencia promedio de
años de estudio del jefe de hogar respecto de sus padres
ELABORACIÓN:
propia con datos de la encuesta de hogares de 2008 del INE
Evidentemente estas
afirmaciones requieren un mayor sustento empírico, y probablemente un conjunto
de hipótesis a contrastar más amplio, sin embargo la evidente disminución de la
escolaridad en los niveles más altos nos deben plantear también cuestionantes
sobre lo que está demandando el mercado de trabajo hoy en día.
Esta pregunta, en
un contexto en el que la informalidad parece ser una de las principales salidas
laborales de la población en los estratos socioeconómicos más bajos, y que está
relacionada, al menos para gran parte de la población, con bajos rendimientos económicos,
malas condiciones laborales, sobreexplotación y varias otras características
negativas, es altamente pertinente. Evidentemente estas observaciones son
ciertas en gran medida, no obstante los supuestos no son tan fuertes como se
perciben.
Me explico, si bien
es cierto que en los niveles socioeconómicos más bajos existe una relación muy
importante entre la pertenencia étnica, los escasos niveles educacionales (lo
que se observa incluso desde las generaciones anteriores) y la informalidad, lo
que refuerza la hipótesis de una mercado de trabajo en el que los factores exógenos
a él (en este caso al auto identificación) juegan un rol determinante en cuanto
a oportunidades y acceso a mejores opciones laborales.
Esta situación se
torna menos definida en los estratos socio económicos más altos, donde el grado
de auto identificación con un pueblo indígena cae significativamente mientras
que el grado de “formalidad” de las actividades económicas no supera en ninguno
de los casos el 55%. De nuevo, la única variable que mantiene un comportamiento
que nos permite diferenciar fácilmente los niveles socioeconómicos es el grado
de escolaridad promedio de la generación anterior.
Educación de los padres,
pertenencia al mercado formal de trabajo y etnicidad
ELABORACIÓN:
propia con datos de la encuesta de hogares de 2008 del INE
¿Cómo se explica
este grafico?, en primer lugar la alta heterogeneidad de lo que se denomina
“mercado informal” se muestra en la alta proporción de los deciles más ricos que
se encuentran en este segmento del mercado laboral, lo que sugiere que en este
mercado existen actividades que también demandan altos niveles educativos y
consecuentemente ofrecen remuneraciones relativamente altas (en contraposición
se puede decir que existen también actividades “formales” muy mal pagadas).
Otro elemento
importante, siempre considerando a los segmentos más ricos de la población, es
la presencia de una fracción relativamente grande de población auto
identificada con algún pueblo indígena, la que a partir del quinto decil
representa algo más del 40% de los jefes de hogar.
En definitiva, la segmentación
del mercado de trabajo, que se refleja en falta de movilidad social no se puede
negar, sin embargo son los factores que causan esta segmentación los que están
en cuestionamiento. Queda claro que ya sea por etnicidad, género o por trasmisión
intergeneracional de las asimetrías en la distribución de capital humano, la segmentación
del mercado de trabajo es un problema estructural, poco relacionado con la política
económica reciente (léase: no es un problema de economía de mercado vs economía
estatal), es más bien un problema de identificación de la variable
determinante.
Todo esto nos lleva
al inicio de este trabajo, que aunque sea poco profundo en cuanto a la
determinación causal, muestra claramente como a través de un análisis de la
estadística disponible, se pueden encontrar relaciones importantes en variables
como la educación de las generaciones anteriores y la posición socioeconómica actual
de los individuos. Más aún, muestra como factores como la informalidad no están
claramente diferenciadas entre los distintos estratos socioeconómicos, aun
cuando nuestra percepción de la realidad nos diga otra cosa.
Es aquí donde entra
la importancia de la construcción de buena estadística, ya que si los datos de
partida son malos, seguramente las conclusiones a las que se llegan serán
erróneas. Para este trabajo se ha utilizado información del 2008, que
obviamente ya está desactualizada, sin embargo y dado que fue la única encuesta
que planteó las preguntas sobre el nivel educativo de los padres del jefe de
hogar, permitió llevar adelante un análisis que valida lo que muchos de
nosotros intuimos: al final es la educación de los padres la que define en gran
medida (obviamente sin dejar de lado a las otras variables) la probabilidad de
acceder a un mercado de trabajo segmentado entre trabajos de buenos ingresos y
los demás.
Imagínese usted que
podríamos lograr con información confiable sobre la deserción escolar en
primaria y secundaria (o en otras palabras, sobre la eficiencia/pertinencia de
destinar el bono Juancito Pinto solamente a primaria), o con información sobre
las condiciones de infraestructura de las viviendas, empleo y la pertinencia o
no de intentar extender las redes de gas domiciliario a sectores donde
probablemente las restricciones económicas impidan a los “beneficiarios”
aprovechar estas redes.
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