Contextualizar el crecimiento de Bolivia
La bonanza económica que se vive hoy en día no es exclusiva de este país, sino que ha llegado, como pocas veces, a casi todos los países de Sudamérica. La explicación de esto pasa por el extraordinario crecimiento de las economías emergentes, principalmente en Asia, donde el incremento de la demanda por materias primas, energía y alimentos ha impulsado sus precios a niveles históricos nunca antes vistos.
En consecuencia, Sudamérica, una región que tradicionalmente ha sido productora de estos bienes, se ha encontrado con un ciclo de precios sumamente positivo, recibiendo grandes flujos de recursos por sus exportaciones y convirtiéndose en un refugio para los capitales extranjeros, que ante las crisis en la zona Euro y Estados Unidos, buscaron mejores opciones de inversión.
A partir de esto, el desempeño de los países de la región, en términos de crecimiento, acumulación de reservas y mejoras en las condiciones de vida, entre otros, han alcanzado niveles pocas veces vistos.
Esto hace que los logros que se han podido observar en Bolivia deban ser contextualizados, ya que aun cuando las autoridades muestran datos alentadores, con tasas de desempleo que estarían por debajo del 5%, un crecimiento del PIB superior al 6%, volúmenes de inversión pública programada cercanos a los 4.000 millones de dólares, reservar internacionales por encima de los 14.000 millones de dólares y una inflación, que más allá de haber superado las previsiones anuales, sigue estando por debajo de la media de la región, nuestro desempeño, en comparación con los países vecinos y respecto a algunos indicadores importantes, no ha resultado tan positivo.
Así, según los datos de la CEPAL, en 1990 el PIB percápita real de nuestro país, estaba por debajo de los 850 dólares, lo que colocaba a Bolivia en el último puesto dentro de los países de Sudamérica, mientras que en Venezuela (el país con el PIB percápita más alto en ese momento), este indicador era 6,2 veces más que el nuestro, en Chile 4,8 veces más y en Brasil 4,7 veces. Los países que más “cercanos” se encontraban a nuestro ingreso eran Paraguay, con un PIB percápita 1,7 veces superior al boliviano y Perú y Ecuador con 2,3 y 3,1 veces nuestro PIB respectivamente.
Para el año 2000 Chile, con un PIB percápita superior a los 6.550 dólares (6,8 veces más que Bolivia en ese mismo año) y Uruguay, cuyo PIB percápita era de casi 5.000 dólares (5,1 veces el de Bolivia) ya se perfilaban como las economías, desde este punto de vista, con mejor desempeño en la región, mientras que la brecha entre el PIB boliviano y el de Venezuela y Ecuador se había acortado a 5,3 y 2,9 veces respectivamente.
En el 2011, nuestro PIB percápita real estaba por encima de los 1.200 dólares, lo que representa un crecimiento del 26% respecto al año 2000 aunque sigue siendo el más bajo de la región, ya que es, por ejemplo, 7,3 veces menor que el de Chile, que en el mismo periodo creció un 39%, 5,8 veces más chico que el de Uruguay (con una tasa de crecimiento de 44%) y 3,2 veces menos que el de Perú (que entre el 2000 y el 2011 creció un 63%).
A partir de estos datos, está claro que en general toda la región ha crecido, aunque el ritmo al cual se lo ha hecho ha sido diferente. Chile, Perú, Uruguay y Argentina, han incrementado las brechas entre su PIB percápita real y el de Bolivia, mientras que con Venezuela, Ecuador y en menor medida Paraguay las diferencias se han reducido.
En cambio, con Colombia y Brasil las diferencias que se observaban en 1990 se han mantenido en rangos similares, lo que significa que el crecimiento de nuestro PIB percápita y el de esos países ha sido similar.
En este sentido, la importancia de contextualizar el crecimiento de nuestro país resulta evidente, ya que aun cuando el extraordinario flujo de recursos que se han registrado en nuestra economía se refleja en alguna medida en el movimiento económico y en las cuentas y saldos públicos, está claro que la eficiencia de nuestras instituciones a la hora de transformar estos recursos en crecimiento no es de las mejores. Este, evidentemente, no es un problema reciente, sin embargo se hace más visible hoy en día, cuando las restricciones presupuestarias con la que nos habíamos acostumbrado a lidiar ya no existen.
Finalmente, algo que se debe tomar en cuenta: los países con los cuales hemos reducido la brecha entre su PIB percápita y el nuestro son aquellos donde se han introducido sistemáticamente restricciones que han dificultado la inversión y el desarrollo del emprendimiento, profundizando además su carácter primario exportador. En contrapartida, aquellos cuyo desempeño ha sido mejor que el nuestro se caracterizan por fomentar la inversión, delimitar claramente los espacios públicos y privados y, por tanto, su interacción.
Articulo publicado en los periodicos Los Tiempos, La Prensa y los portales Economía Bolivia y Asuntos del Sur
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