La crisis griega y sus impactos para Bolivia
Sin duda, la crisis que enfrenta Grecia
ante la posibilidad de un default y posterior salida del Euro, en los próximos
días, ha sido y será la noticia en el mundo económico. Si uno quisiera explicar
rápidamente que ha sucedido para que este país llegue a las instancias
actuales, el relato puede fácilmente ser calificado como una “tragedia griega”.
Los orígenes de la crisis no son recientes
ni de exclusiva responsabilidad del actual gobierno. Empiezan en la época en la
que la burbuja europea estaba en pleno auge, momento en el que la expansión del
aparato público se desata casi sin control. Un ejemplo para cuantificar este
punto: en el 2007, un año antes de que empiecen los problemas en la Zona Euro,
el aparato público griego contrataba, directa e indirectamente, a cerca de un
millón de personas, casi el 10% de la población del país.
Evidentemente, gran parte de estos
empleados públicos estaban al servicio de empresas estatales, las cuales
llegaron a sumar más de 300 en el 2008, dedicadas a actividades que iban desde
transporte público hasta servicios de digitalización de fotografías para otras
entidades estatales.
En el ámbito de la seguridad social, se
tenía una edad relativamente baja de jubilación (61 años), junto con una
batería de facilidades que permitían lograr jubilaciones adelantadas con una
pensión de más del 90% del salario, incluso a los 50 años. Además, se puso en
marcha una política de incrementos salariales que poco y nada se relacionaban
con la productividad de sus trabajadores. Todo esto ayudó a configurar un
continuo incremento en el déficit público, el cual llegó a alcanzar un 14% del
PIB en el 2009.
Ante la imposibilidad de emitir moneda,
los gobiernos griegos optaron por financiarse a través de deuda pública
(emisión de bonos), que en principio fueron comprados por bancos nacionales,
extranjeros y el Banco Central Europeo. Las consecuencias para los bancos privados
fueron desastrosas, pues en la negociación del 2011 (la segunda ronda de
rescates financieros que pidió Grecia desde el 2008), el gobierno logró la
condonación del 50% de esa deuda, afectando directamente a la estabilidad de
sus propios bancos.
Desde entonces, Grecia ha recibido un
tercer paquete de ayuda financiera (y persigue una tercera condonación), y
aunque la población ha sentido las medidas de ajuste, sostenidas sobre todo por
incrementos a los impuestos a las empresas (que han impactado directamente en
la creación de empleos y en el nivel salarial), el Estado no ha reducido sustancialmente
su gasto, manteniendo las ineficiencias que desataron la crisis en primera
instancia.
Esto ha llevado a una situación en la que
la estabilidad del Euro se ha puesto en duda, algo que aunque no se ha reflejado
de manera fuerte en la cotización del mismo en las bolsas de valores, es un
punto que se debe tomar en cuenta para la economía boliviana.
En primer lugar porque algo más del 9% de
las RIN se encuentran en esta moneda, cifra que aunque parece pequeña, equivale
a casi 1.340 millones de dólares. Por otro lado, en promedio un 45% de las
remesas que percibe el país provienen de la Zona Euro, por lo que una caída en
la cotización de esta moneda podría impactar directamente en el poder
adquisitivo de las familias que las reciben.
En contrapartida, y ante la volatilidad
que podría introducirse ante una salida de Grecia del Euro, los inversionistas
buscarán activos donde resguardar su dinero, por lo que es posible que el
petróleo y los minerales muestren incrementos en sus precios por un impulso en
su demanda como commodities, lo que resultaría en algo positivo, aunque
probablemente coyuntural, para la economía boliviana.
En este sentido, aún es muy difícil prever
como reaccionarán los mercados y los propios actores en cuestión, sin embargo
debemos tener en cuenta que el mundo está cada vez más interrelacionado y que
los blindajes, en economía, normalmente suelen ser espejismos que cuestan muy
caro.Artículo publicado en el suplemento Observador Económico de Los Tiempos
Comentarios
Publicar un comentario