En defensa del mercado (aun imperfecto)

Articulo en respuesta a la columna de Alberto Bonadona en el periódico Página Siete


La última vez que vi un mercado perfecto, gracias a una extrema simplificación de la realidad, fue en mi curso de Microeconomía I. Sin embargo la formación de un economista no se queda ahí, luego, en “micro II” vemos los fallos de mercado, hallamos que la vida no es tan simple como en “micro I” (al final del día la competencia perfecta se construyó sobre supuestos muy fuertes) y entendemos el porqué de la necesidad de un Estado.
Pero aun falta un paso más, en algunas universidades es Microeconomía III, en otras, Teoría de Mercados y Teoría del Bienestar. La esencia de esta etapa en la vida de un estudiante de economía es entender, en palabras de Obi Wan Kenobi, que “solo los Siths piensan en absolutos”, ya que es tan difícil de encontrar un gobierno capaz de conducir una economía por si solo como lo es encontrar un mercado perfecto. Así que en este punto un estudiante también ve que la economía es una ciencia social y por lo tanto debe tener algún ideario que guie su conducta.
Al igual que como sociedad no descartamos la democracia, por muy imperfecta que esta sea, como mejor método de gobierno, el liberalismo, es el ideario a través del cual muchos economistas creemos que la sociedad logra la mejor distribución de sus recursos (entre otras cosas). No solo por una simple regla matemática, sino porque para lograrlo se requiere de una condición fundamental: libertad. Explico esto con un ejemplo: ¿Por que el liberalismo no le exige a la tendera del barrio de Alberto Bonadona que tenga más conciencia social? Pues bien, la respuesta pasa en parte por su propia observación: la tendencia a monopolizar.
Entonces, ¿esta tendencia es mala? Y la respuesta es NO, todo empresario, grande o pequeño lleva inscrito en su ADN la necesidad de monopolizar el mercado y por lo tanto maximizar sus beneficios. Obviamente, esta necesidad choca con la presencia de otros empresarios, por lo que para acaparar el mercado, todos los emprendedores deberán llevar su capacidad de innovación al máximo. Y aquí es donde surge la maravilla del libre mercado, ya que en la libre y descarnada competencia que los “codiciosos empresarios” tienen para determinar sus precios y buscar el monopolio, es la sociedad en general la que termina ganando (mejores precios, productos y servicios).
Ahora bien, ¿qué pasa en el caso de los bancos en Bolivia? Como bien menciona Alberto Bonadona, la posición de los bancos es asimétrica respecto a la de los usuarios, al igual que la que aparentemente tiene su tendera con el resto de los vecinos, así que la pregunta es cómo solucionar el asunto. La junta de vecinos podría reunirse con la tendera y entablar un diálogo civilizado, del cual podrían surgir una infinidad de finas y complejas soluciones. Al fin y al cabo tanto tendera como vecinos se necesitan mutuamente.
Pero también la junta de vecinos puede exigir (por la fuerza) marraquetas a 40 ctvs. Ante este atropello a su libertad, muy probablemente la tendera decida no vender más marraquetas, ya que el kilómetro que ella recorre con las marraquetas tiene un costo que debe recuperar, ¿sino para que hace negocio? La junta de vecinos en ese caso puede encargarse de la venta y así obtener “precios justos”. Sin embargo la experiencia nos ha mostrado que “zapatero a tus zapatos”, o en otras palabras que en ese barrio, para bien de la sociedad, Sánchez se dedica al derecho, Pérez a la mecánica, Bonadona a la economía y la tendera a la tienda. Ya que ni Pérez, ni Sánchez ni Bonadona saben manejar una tienda, los resultados del emprendimiento vecinal serian con seguridad malos.
¿A que apunta el ejemplo? Pues bien, a explicar que la regulación en precios, o tasas en el caso de los bancos (la más básica del texto), por parte de burócratas que poco conocen del negocio, normalmente termina generando más problemas de los que soluciona. Ciertamente, los demás problemas se pueden y deben solucionar a través de otros mecanismos , pero creer que regular los precios es la única forma de encarar el problema, es una posición simplista y peligrosa para un sistema que sin ser perfecto es el mejor que tenemos.


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