Bolivia: en la senda del crecimiento sin desarrollo


Desde el 2005, el incremento de los precios del petróleo y de los minerales ha hecho que los recursos que nuestro país recibe por sus exportaciones crezcan considerablemente. Esto se ve reflejado constantemente en los informes y estadísticas oficiales, que muestran como el PIB, las reservas internacionales y otros indicadores macroeconómicos han alcanzado cifras récord.

Sin embargo, como todo indicador agregado, esconde detrás de sí una dinámica muy compleja y que se ha estado haciendo cada vez más notoria a medida que profundizamos el carácter primario exportador de nuestra economía. Los datos, tal como varios analistas están haciendo notar, muestran como hay dos velocidades distintas en la economía, la primera, la más veloz, está relacionada a los ingresos provenientes de los hidrocarburos y minerales, y que sirven de combustible para impulsar la actividad en sectores como la construcción, el comercio y los servicios financieros.

La otra velocidad, claramente más lenta, la encontramos principalmente en los sectores relacionados a las manufacturas, que si bien han crecido, tienen un desempeño mucho menor a los sectores antes mencionados, y que se debe en gran medida a la apreciación real del tipo de cambio, a medidas proteccionistas de algunos socios comerciales y a la falta de apertura de mercados.

En este sentido, está claro que el impulso de la economía, basada en el aparente desarrollo del mercado interno, no es otra cosa que una consecuencia del desacople del sector "no transable", o dicho en otras palabras, al desacople de aquellos rubros que producen bienes y servicios que no podemos exportar, del resto de la economía.

Esto plantea un serio problema en el mediano y largo plazo, ya que una característica del sector no transable, sin posibilidades de importaciones o exportaciones netas, es que la oferta y demanda locales tienden siempre a equilibrarse, por lo que, ante una caída de los factores que sostienen el crecimiento de la demanda interno por bienes de consumo o por nuevas construcciones (y ante la imposibilidad de exportar estos productos), estos sectores no tienen otra salida que ajustarse, ya sea a través de los precios o de la reducción de sus costos (relacionados normalmente a la mano de obra que emplean).

Esto hace que una economía, donde prima el sector no transable, llegado el momento de un ajuste, enfrente procesos mucho más complejos y a menudo más dolorosos que aquellos que enfrentan economías donde ambos sectores se encuentran balanceados. En el caso de Bolivia, la cada vez mayor importancia del sector no transable en las estadísticas de crecimiento dejan en claro que el desarrollo de la economía, un concepto mucho más amplio que aquel solo relacionado al consumo, es todavía una materia pendiente.

Para finalizar, esta dinámica nos recuerda que si bien tener un mercado interno solido es de gran importancia, el desarrollo de la economía requiere también de mejoras en la competitividad y la capacidad de aquellos sectores que permiten insertar al país en el contexto internacional. Lamentablemente, los datos, sugieren que esta última premisa sigue siendo una de las más descuidadas en la actual política económica.

Columna publicada en el suplemento "Observador Económico" del Periódico Los Tiempos

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