EL CONTROL DE PRECIOS Y LA SIMULACION DE LA COMPETENCIA: UNA CON MUY BUENA SALUD
La currícula de la licenciatura en economía en casi todas las universidades divide, desde el comienzo, lo que es la micro y la macro economia. En la micro (micro I digamos) siempre se empieza por lo más simple, una economía perfecta, en la que la información es completa y gratuita, y si no, es extremadamente barata, los agentes actuan racionalmente (es decir que saben lo que quieren) y no existe ninguna distorsión, el mundo ideal (al menos para los economistas).
En Micro II avanzamos un poco más, aceptamos que el mercado en la vida real no es tan asi, de hecho la información es bastante costosa, los individuos no siempre actúan “racionalmente” y además existe algo que antes no habiamos considerado: Las externalidades, que son efectos sobre nuestra actividad económica, positivos o negativos, y que estan derivados de la actividad de otro agente. El problema con las externalidades es que al ser generadas por un agente, en igualdad de condiciones que los afectados, requiere la presencia de un tercero que dirima los problemas, lo que introduce en el estudio de la economía clásica la presencia del Estado.
Esta división de la currícula no es casual, la “micro I” esta basada en el primer teorema del bienestar, que nos dice que toda asignación eficiente es un paretto optimo (en castellano implica que cuando se alcanza una asignación eficiente, en el sentido económico, no se puede mejorar la situación de alguien, digamos dándole más de algún bien, sin empeorar la de otra persona ya que implica quitarle algo de ese bien a la segunda persona), mientras que la “micro II” incluye el segundo teorema del bienestar que más o menos expresa que en un sistema de economía de mercado, si el gobierno emprende una redistribución apropiada de los recursos, puede lograrse un equilibrio competitivo, lo que representa el óptimo social.
A partir de esto mis amigos muy liberales me diran que estoy loco ya que el mercado cuando es intervenido genera muchísimos más problemas de los que se resuelve, mientras que mis amigos que creen en la planificación por parte del Estado me dirán que hasta yo termine aceptando que controlar precios es al final del día la única opción si nos preocupa la pobreza y equidad. Pues bien, si y no, ni lo uno ni lo otro. En primer lugar por que salvo en mis apuntes de “micro I” y en una que otra excepcional ocasión nunca más vi un mercado que funcione perfectamente en la realidad, y en segundo, por que decir que es el Estado el que debe emprender la redistribución es olvidarse, antojadizamente del condicional “si” de mi muy estimado segundo teorema del bienestar.
Peor aún, es interpretar incorrectamente la herramienta admitida (o probablemente desconocerla por completo), y aquí me voy a referir a una en especial: el control de precios. Si la primera tentación es creer que el segundo teorema del bienestar admite que el estado intervenga a diestra y siniestra el funcionamiento del mercado a través del control directo de los precios estamos asumiendo riesgos donde probablemente los costos (desabastecimiento, falta de producción, más rentismo, inestabilidad política y económica y etc.) sean en todos los casos más altos que los retornos que obtenemos en el mediano plazo (bienes y servicios artificialmente baratos).
Lo que admite el segundo teorema del bienestar es una hábil manipulación de la relación de precios (a través de transferencias) para que se sitúen en algún punto en el que la sociedad este conforme, pero siempre dentro de un criterio de optimalidad, esto quiere decir que lo que un buen hacedor de política económica puede hacer es SIMULAR COMPETENCIA.
Esto no es nada nuevo, de hecho en Bolivia el fin último de las antiguas superintendencias era ese, y en muchos de los casos se cumplió a cabalidad (el sector de provisión de energía eléctrica es un buen ejemplo), sin embargo exige que el nivel de capacidad técnica de aquellos que se encargan de esto sea extremadamente alto, al final intervenir el mercado es una cosa que cualquiera puede hacer, intervenirlo sin distorsionarlo es un arte que por estos dias parece casi extinto.
Hoy por hoy al parecer hemos optado por la mala interpretación de la herramienta, asumiendo altos costos en el mediano y largo plazo y argumentando que si no es de esta manera la opción es “el neoliberalismo salvaje” que dejara a los pobres más pobres y a los ricos más ricos, que en otras palabras es basar la política económica en función de juicios de valor y dejando de lado la posibilidad de un manejo más técnico. En fin, usted dira…
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