Coordinar las necesidades de un gasolinazo con las de los hogares ¿Es posible?
La posibilidad
de un “gasolinazo” ha entrado de nuevo en la discusión actual, cosa que
sinceramente es bastante saludable, no solo porque las cuentas del gobierno no
son lo que eran (o lo que decían ser) sino también porque la ilusión de energía
barata ha llevado a nuestra economía, con sus precios artificialmente baratos, a separarnos paulatinamente de la dinámica
mundial, sino lo invito a usted a averiguar cuánto cuesta una Coca-Cola en el
aeropuerto de Santiago, el taxi de un barrio a otro en Lima o un almuerzo en
New York y ni hablar de una buena educación, cosa bastante preocupante, si se
pone a pensar que una buena educación es sinónimo de mejores oportunidades.
Sin embargo, a
la gran mayoría de los hogares, me dirá usted estimado lector, no le interesan
los precios de afuera. Y esa observación es absolutamente cierta, cosa que
lleva entonces a la primera condición básica que debería cumplir una medida tan
necesaria como el gasolinazo: coordinar esta nivelación de precios con el mundo
con la preservación del bienestar de los hogares en Bolivia.
Aquí quiero
detenerme en los datos del consumo de los hogares. Una mirada rápida a las
encuestas de hogares que hace el INE, año a año, nos dicen que no solo los
hogares más pobres consumen menos que los más ricos, sino que también deciden
menos. Para explicar esto mejor un ejemplo: Un hogar rico, digamos con dos
autos, ante una subida del precio de la gasolina, podrá dejar de usar uno de
los autos, podrá cambiarlos por autos más económicos o en el extremo empezara a
usar transporte público, solo que en
este caso usaran muy probablemente la mejor
calidad de transporte público.
Lo que sucede
entonces, es que esta familia, al tener más opciones disponibles, puede
recomponer su canasta de consumo, de tal forma que si bien pierde un poco del
confort del que disfrutaba, en el mejor de los casos no va a gastar más. Por
otro lado, una familia pobre, cuyas opciones de consumo son más limitadas, no
tiene otra opción que asumir el incremento en el costo del transporte,
básicamente porque los miembros de esta familia casi con seguridad, ya usan los
medios de transporte más económicos posibles.
Por lo tanto,
esta coordinación necesaria de precios internos y externos (o gasolinazo), para
que sea eficiente (que logre su objetivo) y efectiva (que se realice sin que la
población se oponga) debe empezar por tomar en cuenta las diferencias entre los
hogares, no solo en el gasto, sino en las oportunidades de elegir que tienen
cada uno de ellos.
Un buen
ejemplo de esto es Irán, que hace unos
años aplico un gasolinazo importante. Lo interesante de este caso es el sistema
de transferencias directas transitorias a las familias (o bonos), que organizo
en base a encuestas de hogares muy
similares a las que tenemos en Bolivia. El dinero para estos bonos era el dinero que se utilizaba para pagar la
subvención, lo que significa que en vez de subsidiar gasolina a los países vecinos,
se empezó a dar dinero directamente a quienes más lo necesitaban, cosa que
logra más bienestar sin aumentar el gasto.
Evidentemente,
esta es solo una de las medidas que deberían ponerse en práctica para establecer
las condiciones mínimas para que una necesaria nivelación de precios se pueda
llevar adelante, que debe ser acompañada con incentivos a
la producción y generación de empleo, ajustes fiscales (es decir, un gobierno
verdaderamente austero) y políticas para controlar la inflación.
Para
finalizar, lamentablemente para este tipo de medidas no existe una receta, sin
embargo y a diferencia de muchas otras ocasiones en las que nuestro país encaro
una medida como esta, hoy tenemos suficiente información sobre los hogares, la
capacidad para utilizarla y el espacio fiscal (aun) para lograr que este
“gasolinazo” no sea tan traumático como varios de los anteriores en Bolivia. El
desafío entonces es aprovechar estas condiciones tan poco usuales.
Articulo publicado en Página Siete
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