La industrialización en tiempos digitales
Si uno mira la economía boliviana en el largo plazo, y tuviera que
graficarla, probablemente el mejor ejemplo sería un péndulo, ya que conforme
las rentas de los recursos naturales aumentan o disminuyen hemos pasado del
estatismo al liberalismo, a veces de mercado y otras veces de Estado, y de
vuelta.
Sin embargo, algo constante en el imaginario nacional ha sido el
del cambio en la matriz productiva: la industrialización ha sido siempre un
deseo, primero de la mano de las ideas cepalinas (la sustitución de las
importaciones), luego tratando de apoyarnos en las rentas de los recursos
naturales, también pasando por las innovaciones que podría traer la inversión
extranjera y finalmente esperando que el emprendedurismo de nuestra gente, a
fuerza de pequeños emprendimientos en la industria liviana o el Estado de la
mano de grandes proyectos, cambien la matriz productiva en Bolivia.
Sin embargo aquí estamos, en pleno siglo XXI tratando aun de
desprender el destino de la economía boliviana de los precios de las materias
primas, y aunque los avances en lo macroeconómico sean muchos e importantes
(llevamos ya más de 30 años de estabilidad fiscal y monetaria), los resultados en
el cambio de la matriz productiva, son pésimos.
Quizás un diagnóstico de los problemas que evitan que Bolivia
avance en este terreno requiera mucho más que una breve columna, ya que por
ejemplo hay temas de rentismo, y corporativismo, junto con un perfil adverso al
riesgo en nuestra sociedad, pero aquí nos vamos a centrar en dos de varias elementos
que el Gobierno debería apuntalar para ayudar al logro de este imaginario.
Un elemento fundamental es el de la comprensión del actual
entorno: estamos en plena revolución digital, el mundo se transforma
rápidamente gracias al internet, los aparatos móviles y las tecnologías P2P,
que no son otra cosa que mecanismos de colaboración directa entre personas.
Uber es un ejemplo de esto último: alguien necesita transporte, otra persona
que está cerca puede prestarlo, ambos, gracias al internet y el aparato celular
se conectan, resuelven los problemas de confianza y realizan la transacción.
Aquí las personas se comportan al mismo tiempo como consumidores y empresas, más
allá del Gobierno y sus regulaciones, superan a la burocracia y llevan adelante
una transacción que resulta mucho más barata que lo que podría haber costado si
se llevaba adelante a través del mercado local, donde los sindicatos, las
licencias y demás regulaciones que el Gobierno impone al mercado incrementan el
costo.
Este ejemplo no es tomado al azar, ya que en Bolivia el transporte
y los servicios logísticos suelen representar un costo importante para los
productores, algo que no es bueno: mientras mas gastemos en transporte, más
caros son nuestros productos en el exterior. Aun cuando estos 11 años la
inversión en carreteras ha sido extraordinaria y mantenemos el precio de los
hidrocarburos subsidiado, los problemas logísticos siguen persistiendo, tanto
es así que el transporte representa en promedio el 8,5% del PIB, mientras que en
América Latina esa cifra está en torno al 5,9%.
Claramente, este es un cuello de botella para la diversificación
productiva, que no solo pasa por infraestructura, sino que también implica
información e innovación. Esto es algo que se puede resolver cambiando el
enfoque de las políticas públicas y usando la tecnología, lo que nos lleva a la
segunda condición que debería tener un Gobierno que diversifique la economía:
debe ayudar a desarrollar habilidades claves, no sectores, ya que el apoyo de
sectores a menudo solo favorece a un reducido grupo de personas, mientras que
una actividad es transversal. Aunque esto último parezca evidente, normalmente
no se hace por las presiones políticas, el conservadurismo de las autoridades o
la falta de conocimiento de los verdaderos problemas en el aparato productivo.
Hay que comprender que lo digital no es solo una industria, es un
factor de cambio social, productivo y personal; y mientras esto siga siendo
incomprendido por los que piensan las políticas económicas (o entendido como
algo que se puede regular como se hace
con otros sectores), difícilmente lograremos diversificar la economía al ritmo
que exige el siglo XXI.
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