La educación publica y las llantas pinchadas

La educación pública viene a ser a la sociedad como el gato hidráulico de un auto a usted. Me explico, cuando la llanta de su automóvil, que esta en carretera y con un rumbo determinado, se pincha, usted va a necesitar de “la gata” para ayudarlo a levantar la tonelada y un poco mas que pesa su auto. La necesidad de esta herramienta es obvia, un auto con una llanta pinchada puede seguir andando, sin embargo le van a pasar dos cosas. La primera, es que el auto nunca va a desarrollar la velocidad deseada, de hecho va a gastar una gran cantidad de combustible, afectara la estructura del auto y tendrá un pésimo andar; la segunda es que la llanta desinflada soportara mas carga que el resto de las llantas, es decir, que al cabo de un tiempo esa llanta dejara de serle útil y usted deberá reemplazarla con una llanta nueva, con todos los costos que eso implica.
Ahora bien, ¿por que comparar la educación publica con un gato hidráulico? Simple, por que al igual que la educación publica, la función de “la gata” es ayudarlo a usted a equiparar fuerzas. Suponga usted que el auto es el país, las llantas son las diferentes clases sociales y usted es el gobierno, el que conduce el auto. Si la llanta pinchada representa a la parte de la sociedad mas pobre, la gata lo ayudara a usted a poner a esa llanta de nuevo en condiciones optimas, no solo para que el auto en su conjunto pueda andar mejor y rendir al máximo posible (es decir, que no gaste tantos recursos para avanzar, y que lo haga sin desgastar las partes del auto, generando fricciones y tensiones innecesarias), sino por que a usted también le interesa el bienestar de esa llanta. De la misma forma, la principal función de la educación pública es poner en igualdad de condiciones a aquellos que no pueden pagar por una educación privada, para que puedan acceder al mismo conjunto de oportunidades que aquellos, que por mero azar, nacieron en familias más ricas, mas preocupadas o conscientes por la educación, o cualquier otro factor que no implique esfuerzo propio.
En este sentido, se puede decir que el coche llamado Bolivia no solo tiene una llanta pinchada, tiene tres, es decir, la gran mayoría de la población en Bolivia no logra acceder a educación de calidad, lo que condena a las clases menos afortunadas a soportar cargas históricamente mas pesadas. En nuestro ejemplo el conductor puede detener el auto, tomarse su tiempo y cambiar la llanta, en la realidad no es posible detener un país para solucionar el problema. Por lo tanto lo que sucede es que el país y la economía siguen andando, desgastando no solo la estructura social del país, sino que también se consumen ingentes cantidades de recursos tan solo para mantener el país en movimiento. Además, y peor aun, las clases sociales más pobres entran en un ciclo de desgaste de su capital humano, debido a que no tienen el soporte necesario para mejorar sus condiciones, por lo que se las condena a un ciclo de perpetuación y reproducción de pobreza.
La situación descrita no es un descubrimiento, de hecho no sería nada nuevo decir que la educación pública en Bolivia es un gato hidráulico fallado, a lo que surge la pregunta obvia de ¿qué hacer? La educación pública masiva en Bolivia es relativamente nueva, recién a partir de 1956 se inicia la expansión del sistema educativo a gran parte del área rural e incluso urbana. Las tasas de cobertura escolar eran en ese momento de menos del 40% (o sea solo 4 de cada 10 niños iban al colegio), situación aun peor para las mujeres. Obviamente entre el 56’ y hoy han habido grandes avances, pasamos de ese menos de 40% a más del 97% de cobertura. En los últimos años se han invertido millones de bolivianos en más unidades educativas. Estamos intentando proveer computadoras no solo a los profesores, sino que también a los alumnos (algo impensable hace 10 años), y hemos gastado (y lo seguimos haciendo) muchos millones mas en intentar retener a los alumnos en el colegio (el Bono Juancito Pinto es el ultimo ejemplo), sin embargo la situación educacional de los mas pobres sigue siendo la misma. Es decir, no acceden a educación de calidad, realidad que no se ha cambiado en los últimos 60 años por una razón bastante simple, la gata que traía nuestro auto vino fallada.
Mas específicamente, no es toda la gata (todo el sistema educativo), es solo la válvula que permite que la fuerza que usted hace en la palanca se magnifique y suba el auto para poder parchar nuestra llanta, y esta válvula en mi analogía no es otra cosa que el magisterio y el escalafón salarial. Digo que es el escalafón, por que introduce lo que en economía llamamos “incentivos perversos”, es decir que logran exactamente lo contrario de lo que se deseaba. La inamovilidad laboral y el escalafón salarial buscaban darle estabilidad al maestro, de forma tal que el se despreocupe por los vaivenes de la economía y la política y se dedique a educar lo mejor posible a nuestros niños, es decir, se dedique a equiparar las oportunidades de los mas pobres con las de los mas ricos.
Sin embargo, esta medida lo que ha logrado es generar un grupo de individuos cuyo único objetivo es mantenerlo a usted como conductor (gobernante) moviendo la manivela de la gata la mayor cantidad de veces posible (es decir, inyectando mas recursos al magisterio) sin levantar el auto. El ejemplo mas cercano es la “lucha” de mas de 15 días que sostuvo el magisterio urbano para un incremento salarial mayor al 10% ya logrado. Esa “lucha” al final desemboco en un irrisorio 1% extra. Obviamente para quienes competimos en el mercado, arriesgarse descuentos por casi medio mes comparado con un incremento de esa magnitud resulta irracional. Pero para quien trabaja bajo un escalafón salarial que le asegura doblar su salario base cada 5 años, ese 1% extra representa mucho dinero durante toda su vida laboral. El problema es que para un estudiante esas dos semanas de paro también le representan una pérdida durante toda su futura vida laboral
Para finalizar, mi analogía no es casual, elegí este ejemplo por que al igual que en cualquier carretera del mundo, ya sea que usted tenga una Ferrari, un robusto Land Rover o un barato Escarabajo, construido con aleaciones de hierro del Mutún, potenciado con un motor a gasolina, diesel o gas del campo Margarita y equipado con los mejores sistemas de comunicación, radio y finas terminaciones en madera del Norte de La Paz, si sus llantas, que no es otra cosa que la gente de un país, no funcionan bien, su auto (país) quedará varado al costado de la carretera mientras los demás pasaran raudos hacia sus lugares de destino.
Así que estimado lector, cuando escuche sobre los “novedosos” planes de industrialización (que no es otra cosa que seguir agregando “chiches” al auto) evalué usted si no seria mejor cambiar la válvula de la gata, cosa de que podamos reparar nuestras llantitas, y así, y de una vez por todas, poner todo el potencial del país en la carretera del desarrollo. Por mi parte creo que esa si seria una verdadera revolución, una en la que el calculo político deje de considerar a un sindicato de profesores por encima de toda la sociedad.

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