Sobre el crecimiento y el contexto para la economía boliviana

Las autoridades del área económica constantemente sostienen que Bolivia está blindada ante los efectos de las crisis internacionales y ponen como ejemplo a la crisis financiera de Estados Unidos entre 2009 y 2010. Ésta, luego se extendió a Europa, Asia y finalmente a los países de nuestro continente. El resultado fue algo nunca antes visto: Bolivia, el país más pobre de la región, era el que más crecía (volveré sobre esto último más adelante). Parecía que los estornudos de las economías grandes ya no nos causaban pulmonías.

Hoy estamos ante un cambio radical en la dinámica económica de las últimas décadas, ya que China, India y las demás economías emergentes habían venido creciendo a tasas considerablemente altas, en algunos casos, desde hace más de 20 años. Esto significa que el superciclo de materias primas, no sólo se debía al crecimiento de estas economías, sino que también hubo efectos derivados de la política económica de Estados Unidos y fuertes componentes especulativos de por medio.

Sin embargo, los fundamentos en los modelos de crecimiento de estas economías, muchas veces muy poco comprometidos con la sostenibilidad del medioambiente, con la equidad en la distribución de los ingresos o con esquemas de seguridad social estables en el largo plazo, entre muchos otros factores, están obligándolas a redireccionar sus esfuerzos y metas hacia esquemas con menores tasas de crecimiento pero más ajustados a contener la problemática antes descrita.

En este sentido las condiciones que favorecieron a nuestra región, principalmente a los países exportadores de materias primas como Bolivia, serán diferentes. Los precios de las materias primas, aunque no bajen considerablemente, ya no volverán a los niveles que vimos entre el 2008 y 2011, mientras que el gasto de los gobiernos que se beneficiaron de estos precios ha crecido tanto o más que los ingresos.

La política monetaria mundial, que ha sido sumamente expansionista empieza a moderarse, por lo que los capitales mundiales empiezan a retornar a los países desarrollados y a sus activos más seguros. Además, las economías avanzadas están empezando a retomar la batuta mundial del crecimiento, pero ahora son más cautas y proteccionistas, por lo que los flujos de comercio mundial probablemente no crezcan a las tasas que venían creciendo. Esto significa menos oportunidades de expansión para los sectores manufactureros.

Y aquí es donde volvemos a la economía boliviana. Durante la crisis del 2009-2010 las condiciones eran diferentes: nuestros vecinos, particularmente Argentina y Brasil, aún no habían entrado de lleno en los problemas que hoy los aquejan. Hoy las inversiones en esos países se están frenando y por lo tanto su consumo de energía, en otras palabras, nuestras ventas de gas dejaran de crecer al ritmo que lo hacían. Esto ya se observa hoy en día, en la velocidad del gasto, más alta que la de los ingresos, así que por primera vez en la presente gestión de gobierno esperamos un déficit fiscal.

Por otro lado, los continuos incrementos en los precios de la economía, no sólo de la canasta básica, sino también de otros tan importantes como el salario, han empezado a generar presiones inflacionarias que no se registraban unos años atrás. En consecuencia, hoy el BCB no puede expandir la liquidez para fomentar la dinámica económica sin generar más inflación.

De hecho, durante el 2009-2010 el BCB fomentó el dinamismo del mercado interno a través del sistema financiero, bajando las tasas de interés y reduciendo el encaje legal, por lo que los bancos disponían de mayor liquidez para prestar. Hoy, el BCB está haciendo exactamente lo contrario.

De todo esto debe quedar claro que Bolivia ya no es la economía pobre que era, sin embargo, tampoco es la economía fuerte que nos quieren mostrar sólo porque la bonanza fue tan grande que permitió licencias que una estructura productiva raquítica, como la que tenemos, no nos habría permitido en otro contexto.

Articulo publicado en Los Tiempos y Asuntos del Sur

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