El descontento social y la paradoja de la (des) igualdad

Circula por estos días, en el mundo entero, una fuerte corriente de indignados, excluidos y descontentos con el capitalismo y sus devastadoras consecuencias sobre la igualdad en la sociedad. Achacan a este sistema todos los males actuales de la economía. La ultima gota que rebalso el vaso, las caídas de los bancos norteamericanos (nada menos que “el” símbolo y caballo de batalla de este sistema económico) que de tan malo que es ha arrastrado al buen estado de bienestar europeo e incluso amenaza con jalar al despeñadero de la recesión a las economías de los países emergentes, que sabiamente, habían optado por la conducción central de sus gobiernos.
Sin embargo, estos movimientos que vimos durante el 2011 pueden, paradójicamente, encontrar las condiciones para surgir a partir de la extraordinaria igualdad de la que goza hoy el mundo. Me explico, cuando los indignados de España protestan por la desigualdad y la pobreza en su país, encabezados fundamentalmente por jóvenes bien educados, que logran difundir sus mensajes por las redes sociales, a través de sus iPad’s, teléfonos inteligentes y otros aparatos de ultima tecnología, expresándose en dos o tres idiomas (factor que permite que su mensaje llegue literalmente a todo el mundo), pueden hacerlo por que básicamente España ha dejado de ser, en los últimos dos siglos, uno de los países mas pobres de Europa. Es cierto, es posible que la desigualdad entre españoles haya crecido, pero hoy por hoy los españoles en conjunto están más cerca del ingreso de los países más ricos que lo que estaban hace 200 años.
Y aquí es donde la paradoja de la igualdad – desigualdad surge, ya que a medida que el sistema de mercado, que se globaliza a partir de la revolución industrial y la caída de los sistemas feudales, ha logrado que la desigualdad “global” se reduzca de manera extraordinaria, la atención de los individuos se ha centrado en la desigualdad “local” (léase la desigualdad respecto de nuestro entorno inmediato, ya sea esta una ciudad, región o un país). Para probar esto solo hace falta ponerse a pensar en como era la distribución de la riqueza en los sistemas feudales (pre capitalistas), donde la gran mayoría de la población no poseía riqueza alguna. En este tipo de sociedades la desigualdad era muy baja, el problema es que era muy baja por que la gran mayoría de la población resultaba igual de pobre.
Peor aun, a medida que los individuos se empeñan en ver solamente la desigualdad local, se pierde de vista que la redistribución de la riqueza por si sola no es el verdadero vehículo para lograr mayor bienestar para la sociedad. Como muestra un botón: si se observan los 20 países menos desiguales en 2008 (el mejor 10% del ultimo conjunto grande de datos disponible en el portal del Banco Mundial) encontrara usted a países como Alemania, Austria y Suecia (como es de esperar) a la par con países como Etiopia, Afganistán e Iraq (sorpresa!).
¿Cómo se explica esto? Pues bien, la respuesta es simple, distribuir igualitariamente la “riqueza” de un país pobre tiene solo un resultado posible: todos van a ser igualmente pobres. Por lo que solo medir la desigualdad como el principal objetivo resulta, al menos, peligroso. Aquí va entonces un consejo de política económica para países como Bolivia: el objetivo primario es generar riqueza.
Y es en este punto en el que nuestro país viene a contracorriente, ya que mucho se habla de la redistribución de la riqueza que generan nuestros recursos naturales, poco de la necesidad de impulsar el desarrollo de la innovación y los sectores productivos (que son los que generan riqueza) y absolutamente nada sobre las limitaciones que tiene para un país pobre redistribuir la pobreza. Mas al contrario, se asume y se deja asumir, que la redistribución de una torta pequeña, resultara, como por arte de magia, en grandes tajadas para todos, cuando la historia muestra que lo que se obtiene en verdad son tajadas pequeñas para todos, a veces tan pequeñas, que se termina peor que cuando se comenzó.
La pregunta es entonces, ¿por qué el gobierno actual insiste en la redistribución de algo que no genera (riqueza)? y la respuesta probablemente esté relacionada en que es más fácil distribuir que generar (y la clase política es por naturaleza pragmática).
En el caso de Bolivia la cosa es aun peor, lo que se “redistribuye” es la riqueza que proviene de los recursos naturales, que son por definición de todos. El problema es que la redistribución no es equitativa, es más bien una distribución de carácter corporativo, que genera, al final del día, mayor desigualdad. Contradictorio, ¿no?

Articulo publicado en Oxigeno Bolivia 
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