ECONOMIA Y BIENESTAR

La relación entre estos dos conceptos ha sido históricamente tortuosa. Partiendo del hecho indiscutiblemente cierto de la indefinición de ambos conceptos, hasta la modesta relación que se ha construido, sobre todo por falta de herramientas, tal que nos permitan medir el nivel de bienestar que logramos con una medida económica, cuyas magnitudes son también muy difíciles de medir. Esta es la principal razón por la que la ciudadanía común ha percibido a la economía como un mera disciplina encargada de la administración de Estados, similar a la administración empresarial, que al final de día solo termina beneficiando a los administradores de esa gran empresa que es el Estado

Probablemente por las necesidades más acentuadas, del día a día, de los países pobres como el nuestro esta idea tenga un asidero considerablemente cierto. Sin embargo el hecho es que la idea del bienestar está presente en la preocupación de los economistas desde hace ya mucho tiempo. En definitiva, debemos enfrentarnos al descreimiento del para que es en verdad la economía, y que no es otra cosa que el bienestar de la sociedad.

El problema real, entonces, está en determinar cuál es el verdadero concepto de felicidad y bienestar que tienen los bolivianos en conjunto. Problema de dimensiones considerables, si tomamos en cuenta las grandes asimetrías en educación, salud, ingreso, y cuanta otra medida quiera tomarse. El problema no surge por las diferencias, sino por las consecuencias de estas diferencias. Diría Amartya Sen, las libertades que quedan después de estas diferencias, y sobre todo, la posibilidad de ponerlas en práctica son el verdadero enemigo.

Pero nuestros problemas van aun mas allá, la estructuralizacion de mecanismos de discriminación en las practicas del Estado, que vienen desde la misma educación, o desde la comunidad, que cría a proveedores de mano de obra barata, no hacen más que crear una sociedad injusta, en el más puro sentido liberal practicado por Rawls, las posibilidades no son las mismas para todos, y si bien en este país tenemos una larga tradición en políticas maximizadoras de utilidad de los menos favorecidos hemos fracasado estrepitosamente en lograr establecer un sistema económicamente justo.

Sin embargo, el fin de la economía sigue siendo el bienestar de la sociedad, y el problema está en entender que se entiende como bienestar en un contexto en el que la misma sociedad no logra definir las reglas básicas sobre los que va a convivir, Hemos comenzado una proceso en el que intentamos volver a los ricos más pobres, y a los pobres, menos infelices, sin entender que estamos entrando en una tautología critica y preocupantemente cíclica. ¿Cómo ponderamos las felicidades de uno y de otro?, o dicho de otra forma, ¿cómo medimos las deficiencias de una sociedad en encontrar por si misma sus parámetros de felicidad e igualdad? Ciertamente los hechos que han llevado a un país a este estado de descomposición son en gran parte atribuibles a la mala praxis económica, pero no invalidan de ninguna manera la argumentación sobre cuál es el fin último de esta disciplina.

Mala praxis por falta de información, falta de condiciones o ingenuidad política no tienen, sobre las consecuencias que han provocado en el momento actual, ya sean buenas o malas, importancia alguna. La discusión ahora gira en torno al que hacemos y como lo hacemos. Estamos en un contexto particularmente excepcional, este es un momento en el que nuestros “policy makers” tienen las libertades que en toda la historia nacional no hemos tenido. Por lo tanto depende de ellos salir dejar la práctica de políticas utilitaristas escritas y descritas en casi todos los textos que un estudiante de esta materia ha o va a leer. Debemos considerar que este boom de los movimientos sociales nos ha dado, en el sentido positivo, mucha información sobre lo que algunos sectores de la población piensan, sobre sus necesidades e intereses y sobre todo la forma en la que se relacionan, en otras palabras, nos han dado algunas soluciones para nuestros problemas clásicos de agregación.

Es solo cuestión de flexibilizar nuestras ecuaciones, encontrar la forma de incluir el comportamiento de estos agentes y ver cómo hacemos para lograr que sean felices. Ciertamente es una tarea titánica, pero lejos de ser imposible. La economía ha avanzado de forma extraordinaria desde la formalización de la misma, sin que se diga que hemos llegado a los niveles de otras ciencias, sobre todo las exactas, sin embargo estamos ya en un momento en el que podemos intentar definir lo que podría hacer feliz a la gente, los comportamientos y las necesidades son más visibles y por lo tanto más fáciles de medir (tal vez este sea un punto de discordia, pero la tecnología nos ha proveído de herramientas maravillosas para meternos en los gustos de la gente, y los acontecimientos actuales nos revelan las tendencias sobre las bases del contrato social que la sociedad busca, probablemente discordantes en principio, pero reveladas al fin).

En definitiva, la sociedad busca en la política, partidaria o no, formas de influir en el Estado, con el único motivo de encontrar en el las formas de construir estructuras de poder que no conducen, desde la perspectiva de los agentes, a otro lugar que no sea el logro de un mayor bienestar, por lo tanto nuestro problema no es definir la relación entre economía y bienestar, esa batalla ya se definió, nuestro problema está en encontrar los mecanismos para asegurar que lo que hagamos como economistas tenga un impacto en aquello que la gente llama el “bien estar”. Las variables macro no nos ayudan en eso, y la vaga teoría del consumidor de la economía homogénea, bien comportada tampoco.

No hay duda que existen muchos esfuerzos validos en este tema, la construcción de “modelitos” capaces de aplicar en nuestra realidad es indispensable, la utilidad del consumo de grandes cantidades de bienes tal vez no sea aquello que como sociedad mas buscamos. Tal vez estos preceptos sirvan en sociedades donde ya se ha resuelto los problemas anteriores, la demanda de ciudadanía e igualdad de oportunidades que implican el reconocimiento del otro como un igual y entre otras cosas la posibilidad de nacer pobre y morir rico o viceversa, a través de la variable del esfuerzo propio deben ser elementos que nos deberían preocupar como economistas, mas aun si intentamos desmitificar el aparente divorcio entre bienestar y economía.

Todo esto gira solamente en torno a tres conceptos que hemos estudiado no desde hace mucho, tal vez una de las razones por la que estamos en esto de defender nuestra preocupación por el bienestar ante la sociedad, libertad, igualdad de oportunidades y justicia, elementos que casualmente están altamente correlacionados con el desarrollo de la economía. El hecho gira en torno a no descuidar en la formación de nuestros jóvenes economistas los sentimientos críticos hacia las herramientas utilitaristas que tenemos. Útiles sin lugar a dudas, pero desconsideradas de lo otro que compone a un individuo y por tanto a una sociedad. La herramientas son solo eso, y por ende no forman parte de el objetivo, que mas alla del corte de política utilizado, de planificación o de mercado, deben apuntar siempre al logro del, sin duda alguna, fin ultimo de la economía, el bienestar.

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